Me ofrezco como una copa de nieblas
púlela con tu dulcedumbre,
con tu desnudo
resplandor me queme,
que la niebla se disipe,
que el cristal brille.
Fuiste mi primera vez, fui tu primera vez,
besa los oscuros arreboles que urden tu pudor
sobre ellos.
No olvides la clerical campana bostezó su silencio
Cuando una carne libre se entregó en los conventos.
Todo te consiento, abro las hojas del fruto,
te envuelvo árbol frondoso,
gime, gimo encendida de luz serrana.
Roza mi espalda tu fría espada,
y un relumbre de filo gritará
y mi caparazón habrá envuelto
tu pudor que agoniza en mi jubiloso cuerpo
derramado sobre un lecho.
como un día fue.
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