Te he amado en el comienzo del mar
y la tierra,
en la luz y el pectoral
que te adormiló
en mis sábanas
aquella encendida madrugada;
la golondrina
sobrevolando ajenos huertos,
la sombra insolente de una playa sin huellas.
Te daré todas las noches del tiempo
tengo un río que puede lamer su cauce en tu cuerpo.
Serás mi gota frágil del sereno,
huelo desde ya, tu aroma, tus fluidos
y me desarman
los nidos de la existencia.
No te preocupes de los silenciosos caminos
sigue aleando sobre mis cielos,
besa mis trémulos vaivenes,
son las alas del viento,
pues te pido y desespero,
porque
tu voz traduce desde mi pelo hasta mis pies
un coral que canta bajo un océano.
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