domingo, 26 de septiembre de 2010

Poema del dolor

Se me dio vuelta la mañana
se me quebró como un vaso de lágrimas
se me hizo negra la voz,
abismo la garganta.
También escapó zorzal llevándose mi sangre.
Huye, entonces, mi mirada
como una paloma sin alas.
Allí quedé a oscuras,
 mi vida,
como una pisada.
Somos dos sombras en un credo
y yo cardo entre dos aguas.
Me alienta esa montaña empotrada,
a pesar de los ríos,
me alienta esa montaña empotrada,
a pesar de los vientos,
Luego, puedo ser montaña.
Me degrada su triste mirada,
me degrada.
Se revuelca una nublada sábana
con mi cuerpo hecho hilachas
su gota huérfana me atrapa,
¡a jirones de llanto mi voz no te alcanza¡
Su verdad me estrella en la cripta
sollozantes barcos ebrios,
en la alborada gris del sueño cotidiano
en un  tedio y ala agotada.
Sí,
yo sin su cuerpo arreciando a su ninfa universo,
tan oscura y tan larga, la niebla y escarcha
borrascosa mañana de lágrimas.
El cofre de mi amor se rompe
y sus colores se derraman
en mis noches solas con su sed amarga,
un estampido de vacío de alma
callada.
No quiero más voz de tedio en mi garganta
ni alas agotadas.
No quiero más voz de tedio,
ni esas alas.