miércoles, 29 de septiembre de 2010

Otoño

Van los años
acumulando el excremento
sobre las estatuas de la plaza,
allí donde se expandieron mis huesos ilíacos,

desbocada mi boca  lamió tu pecho
y te recorrí en treinta  orgasmos por hora
era el record que me exigías,
para sentirte gloriosamente macho.

No olvido cuando  cayó el anillo
de cobre que me habías regalado,
entre las hojas del suelo me incliné
a buscarlo,
tú displicente detrás.

Tus brazos  agarraron mis costillas
te robaste lo más sagrado,
que mamá me encargó cuidar.

Nunca encontré el anillo,
estaba rotando entre las estrellas
mientras nos éramos un río pegajoso
sobre las hojas secas
y nuestros congelados lomos
un afiebrado otoño.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Poema del dolor

Se me dio vuelta la mañana
se me quebró como un vaso de lágrimas
se me hizo negra la voz,
abismo la garganta.
También escapó zorzal llevándose mi sangre.
Huye, entonces, mi mirada
como una paloma sin alas.
Allí quedé a oscuras,
 mi vida,
como una pisada.
Somos dos sombras en un credo
y yo cardo entre dos aguas.
Me alienta esa montaña empotrada,
a pesar de los ríos,
me alienta esa montaña empotrada,
a pesar de los vientos,
Luego, puedo ser montaña.
Me degrada su triste mirada,
me degrada.
Se revuelca una nublada sábana
con mi cuerpo hecho hilachas
su gota huérfana me atrapa,
¡a jirones de llanto mi voz no te alcanza¡
Su verdad me estrella en la cripta
sollozantes barcos ebrios,
en la alborada gris del sueño cotidiano
en un  tedio y ala agotada.
Sí,
yo sin su cuerpo arreciando a su ninfa universo,
tan oscura y tan larga, la niebla y escarcha
borrascosa mañana de lágrimas.
El cofre de mi amor se rompe
y sus colores se derraman
en mis noches solas con su sed amarga,
un estampido de vacío de alma
callada.
No quiero más voz de tedio en mi garganta
ni alas agotadas.
No quiero más voz de tedio,
ni esas alas. 

viernes, 24 de septiembre de 2010

Yo he sido feliz

Yo he sido feliz,
 cada navidad tuve una cena
 y grandes regalos,
un árbol de pascua,
un pesebre.
Yo he sido feliz.

Pero, una vez,
me levanté a comprar el pan
una mañana
y los que no partieron a sus trabajos,
caminaban de prisa 
de vuelta a sus casas,
las radios anunciaban algo que me asediaba estrepitosamente en el alma,
y esperé muchas horas,
muchas horas,
muchas horas,
horas de encierros,
sirenas en la calle,
gritos en las casas,
los zorzales abatidos;
alguien les disparaba.

En  silencio, 
nos sentamos,
mi familia y yo.

Entonces, 
comenzaba la oscura danza

                         que cambió mi vida.

Violín triste

de Vita Clamavi  Ana Rosa Bustamante M. 
Violín triste


Un día en una era quebrada
partí en busca de mí.
Nada es más dulce que ese vuelo.
Omar Lara

La marca dulce de la tarde y los océanos
en esta ola negra
                             en este beso hipócrita
persiste más allá de la noche, pues
está la luna llena
y se huele ese estar tan simple,
y se acerca la palabra exiliada,
esa polvorienta nostalgia
evocación sublime
                               burlesca cruzada.
Mi violín triste,
mi flauta cómplice,
mi duende forestal,
el fruto jugoso del otoño
me susurran entresueños que entre tanta
cara desmembrada del cuerpo
hay mostos nuevos,
pómulos que vienen retozando
por mis cabellos y hombros,
es su boca un sol que busca  noche cóncava
donde morir.



lunes, 6 de septiembre de 2010


Deslinda la frontera con la muerte parpadeante sombra helada bullente en mi carne, la malogra, es la furia de ver como cruzan los vestidos húmedos, las piernas frías, los zapatos que no logra ver y van al compás de pensamientos que organizan su labor el resto de los días,

yo quiero recoger las hojas que se están pudriendo por el agua, arrugadas como las manos que trabajan y escriben, prolija me basta, sumar las nubes, esconder la cabeza bajo los cedros de olvidados aromas, pero todo seguirá igual como un viejo balón dejado por un niño.

Dónde puedo escarbar cenizas que puedan encenderse en medianoche cuando sonámbulo las etapas por estepas ensordecedoras.

Un día más la lluvia se desnuda y se viste frente a mí, su charla monocorde ahuyenta a los pájaros y yo simulo no escucharla, así urden hilanderas arañas rutas antiguas, lento el paso al horizonte cada vez más nítido, yo mientras me constriño, me acoquino para no estorbar el nido.

Es mi anhelo perpetuo de desollar las manos en la tierra, revolcarme en su torbellino, esperando que circule una sangre nueva de serpientes nacientes, aunque fuera para repetir la expulsión. Pero, podré llorar, sin que me avergüence el estallido y el fruto será nuevamente la causa, aunque sepamos ya que sigue, que un hermano asesinó a su hermano,

quizá tengamos tiempo de avisarle que escrito está y se rebele a su designio.

Duras rocas


Entre duras rocas arrastradas por el mar enciendo el candelabro en un rincón irredento, es la manía de sorber mis labios hasta el ultimo duro huerto que yo bebo del ensueño. Amarte, entre sangrientas miserias, besarte, en la canícula de la tarde, tocarte, lamerte, montarte en mis obstinados ijares que se columpian al cielo, deseo la ultima saliva de tu abril siendo aun febrero, lejos eres aroma entre lodos donde voy tras ellos.

Nada es nada, nadie es nadie, sola en la multitud de tantos ojos muertos, mi atributo es tal ensuciada con tu cuerpo, mis piernas arcoíris colores repartiendo entre el deseo quieto de no amarme nadie más como tu lo has hecho, déjame contenta en el rumor acezante sobre tu pecho, la espesa esperma sobre mi pubis besa el clítoris que tu boca modela, no tardes, tu abandonada, seca mis entrañas búscame en las breñas, allí tuya besaré el polvo hasta que lo riegues con tu beso santo que me hace bella hembra y carne firme para tu bravo animal que se esconde.

Ayer te he visto

Ayer te he visto nuevamente.

El tumulto,

el vino y los maníes

y la conversación de siempre.

Entre los rostros el único que lleva ojos que transgreden las sombras

como almas en pena que besarán las murallas tres mil años,

para decirme que vienes del impulso de las aguas arrastrando las piedras escritas,

que vienes de la mesa donde olvidas

que eres el animal de tiro para mi arado,

el que con sus dedos sordomudos dibujan en el aire

las vidas que no retornarán con los mismos ensueños y relatos,

y atrapan

con ahínco la espuma.

Tu cuerpo cruza la sala con ese paso aéreo

y atraviesa a otros cuerpos

rezumando la quimera que los amarró

a la hectárea profunda de la experiencia,

tú y tus años, yo y mis años suman

hacia un astro que orbitará la constelación cuando el tiempo fluya

escupiendo los esqueletos humanos a otra Era.

Entonces,

nuestros nombres

serán otros.

La intensidad del Silencio

Comienza a retirarse el otoño y ya no hace frío. Aquí me quedo en medianoche, la mente quieta, sola con la luz del cuarto horadándome en el pecho, las cortinas cerradas y las sombras tranquilas. Me ha llamado, pero yo no quiero más fantasías; era insensato, siempre acudía de prisa hacia la puerta y me asomaba al oir sus pasos, no quiero más manjares ofrecidos por él, ningún susurro prometiéndome ese ambiguo camino juntos. Aparto la mirada del libro, y doblo la página, quiero dormir, es tarde y debo levantarme temprano. Mañana llamará como cada martes, otra vez le diré que no es posible, que el desaliento es un pájaro que picotea, permanentemente, el estómago y no puedo tomar decisiones tan temprano. Suena el celular, es un mensaje, lo leeré mañana, qué querrá tan tarde…


ar

domingo, 5 de septiembre de 2010

La intensidad del Silencio


Porque no he querido botar el viejo sillón donde cada noche me siento a leer, donde paladeo cada idea de otros tiempos, me gusta soñar y mientras tantos devoro, con ansias, una fruta. Desde ese momento, me siento angustiada, el aire me turba la mirada, una extraña bruma me asusta; y me levanto rápidamente, corro por la habitación hacia la puerta, quiero escapar. Nadie me abraza, todo está cubierto de sangre, todo es aceite hirviendo bajo mis pies, y mis gritos ahogan mi pecho y no emito sonido, ninguna palabra que llame a alguien que me socorre. El viento ruge fuera de mi casa y yo sólo quiero detener esta tromba de sensaciones trastornando mis pasos a cualquier lugar. Cuántos años en esta jaula murmurando, esperando que por mí.

ar

sábado, 4 de septiembre de 2010

Te ofrezco

Te ofrezco

la flor almibarada

donde nutrí a mis hijos,

hinchada magnitud perpleja

de un capullo a punto

de abrir su seda.

Te ofrezco entrelazada

la llaga del tormento y tu memoria

que hará encender la veta más preciada

de la piedra hueca

que tu llenas.

Encañado trigal

entre el aire y mi cuerpo,

somos dos acaudalados

hacia el océano.

El silencio

El silencio es el imperio de tu voz en este instante

que la vena en desmedro vocifera,

el silencio ha cegado tu retina quien escribe mi poema,

el silencio tuyo es mi prisión,

el que me dicta un arrebato del viejo aquelarre

y mi piel se despliega en apéndices,

convulsionan rizomas

en la submarina luz.

La lira vibraba absorta en mi respiración,

y tu rostro,

ahora,

gélido

fragua la tromba

en el caos del panteón.