Ayer te he visto nuevamente.
El tumulto,
el vino y los maníes
y la conversación de siempre.
Entre los rostros el único que lleva ojos que transgreden las sombras
como almas en pena que besarán las murallas tres mil años,
para decirme que vienes del impulso de las aguas arrastrando las piedras escritas,
que vienes de la mesa donde olvidas
que eres el animal de tiro para mi arado,
el que con sus dedos sordomudos dibujan en el aire
las vidas que no retornarán con los mismos ensueños y relatos,
y atrapan
con ahínco la espuma.
Tu cuerpo cruza la sala con ese paso aéreo
y atraviesa a otros cuerpos
rezumando la quimera que los amarró
a la hectárea profunda de la experiencia,
tú y tus años, yo y mis años suman
hacia un astro que orbitará la constelación cuando el tiempo fluya
escupiendo los esqueletos humanos a otra Era.
Entonces,
nuestros nombres
serán otros.
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