restaña las turbulencias.
En un seno hospitalario
separa las aguas
de las sombras
crispadas en ajeno elemento.
Retumba negro el cielo:
un aguacero en su pecho
espanta el canto
sangrando
su belleza blanca
y negro cuello.
El cisne lleva en su garganta
un fuego amargo:
apagó la luz
de las palabras
y
va quemando las hojas que arrastra
un libro de dudas
peregrino de la brisa
envuela
hacia un signo
infinito.
Murmura un réquiem,
un violín,
corta una a una sus cuerdas,
rezuma despavorido
un desierto.
El cisne cuelga
en su pico
los versos perdidos
que todos callan
en latitudes y familias.
Un violín y un cisne
han caído al vacío:
Un manchado pétalo
al desfiladero.
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