
Duele el sueño,
es la hora de finiquitar el día,
la jornada silenciosa y mansa me desviste ante el pilar
que ha roto un murciélago pervertido o sordo,
lo invité a mi quimera,
mientras esa lluvia golpea el solado
la seda me ciñe empapada,
me sobrevuela el animalejo que desvaría
su carrera inhábil,
miro su magma,
le miro apasionadamente su quijada
que aglomera su saliva.
En su nido reseco me quedé a vivir.
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