Con los párpados secos entré a esta ciudad desconocida,
cuando
emergí del silencio,
de la paz de mis huesos,
de la paz de mis huesos,
era yo la funda de la luna
entre los túneles del metro
entre los túneles del metro
para no asfixiarla.
Y él esperó
y me buscó
en las iluminadas sombras de las amplias
calles con su antiguo diseño,
nos sentamos
la cerveza y su buen humor
la cerveza y su buen humor
abastecieron esas calles
que recorrí
con sus siluetas errantes,
que recorrí
con sus siluetas errantes,
ya más confiada,
su mano fue una flor segura
nutriéndose en el sudor de mi frente.
La ciudad desconocida comienza a sonreír,
mis axilas se secaron,
la angustia acerbó mi faringe,
y yo lo abrazo agradecida,
con ternura,
casi con pasión.
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