Este vaivén en mi frente,
afuera una cueva se cimbra
oscura luz se desata en mis venas,
al fin pienso
es la fiera huesa que me traga
y así te amara
replegada entre gusanos.
Se escapa
de mis alientos la temible sombra.
He aplastado bajo una piedra
tu rostro,
y crece una pelusa en la tierra,
son semillas que no brotan
en el cieno,
mi ovulación sin espermios,
luz que disminuye pero no se apaga,
y me indica los restos carcomidos.
Subrayé cuántas veces los caminos debidos
en mi libro, para seguirlos
paso a paso,
sangrando y he llorado obsequiosa
resignada por los pasillos que besé,
y así, no he logrado
alumbrar estos ojos bajo las rasgadas colchas,
esconderme de los ojos, de las llaves,
de las puertas abiertas,
no he podido sacudir los crótalos de mi cuello
ni raspar las sales secas del río,
olvidar la noche dorada de mis piernas,
aquí este vaivén que de todo se esconde y no logro
descifrar la voz del profeta,
ni la falta del diente se me ha visto,
ni el paso púdico
ni el lloro seco
ni el mugido,
ni un ay
se me condena,
y esta huesa
me tritura el seno entre los pechos
buscándote con las fuerzas de una fiera
sobreviviente.
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