Pensaba esa tarde cuando el sol nació
sobre el mar,
la avidez del invierno y los fuertes troncos
y la desnuda tierra
se postró al sol hacia un imperio
de sangre,
los azadones curtieron extrañas raíces,
que se elongaron por los cuellos
se alzaron desde la pira hacia el aire.
Repitamos el conjuro mujeres
de mi tribu dulce y fuerte
que va ordenando piedras
que manos esclavas agruparon
en un nudo para no desviar.
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