lunes, 2 de agosto de 2010

Río Turbio


Los cántaros han mostrado su sangre reivindicada en un azul

cielo que es ajeno como un misterioso grito telúrico,

flagra el polvo en el agua como un ácido de extraño fruto,

además incógnitos se disuelven en unas sombras,

y apelan la nueva constelación que puede entrar

con su nueva luna.

Como la luz que sigue al sol demoré mi boca y mi voz cruzó

los barrotes fríos,

empezó la cruzada,

aspavientos inhumanos entre enardecidos fuegos

donde expiró la flor única,

enterradas allí las frutas sembradas

lamidas sus cáscaras,

en cántaros vacíos el frío que va entrando

en los jirones

de los árboles talados,

comencé a gemir,

esperan que un tibio jugo secrete en la madera,

la greda esté en sus ungüentos

que enciende ,

de aquella luz que sigue al monte,

del tramonte

nacido y

consumido

en las piedras torcidas

y cuerpos despedazados.

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